Accesibilidad y Educación Universitaria en Latinoamérica
Directora: Dra. Andrea Verónica Pérez.
Accesibilidad y Educación Universitaria en Latinoamérica
Directora: Dra. Andrea Verónica Pérez.
En línea con el objetivo del Centro de Estudios Latinoamericanos de Educación Inclusiva (CELEI), en torno a la configuración y el desarrollo del pensamiento crítico, deconstruccionista y decolonial, la presente línea se propone problematizar aspectos naturalizados por nuestros sistemas educativos en torno al derecho a la educación superior. Se trata de poner el foco en la interpelación de prácticas tradicionales a la luz de los debates en torno de la educación inclusiva, las diferencias, la ética y los derechos humanos, como así también la dimensión normativa.
De acuerdo a datos de la DINIECE (2010) es escasa cantidad de estudiantes con discapacidad que conforman la matrícula secundaria, con la consiguiente implicancia que esto tiene en lo que respecta al acceso a la educación superior y las posibilidades que ella genera. En la Argentina la cantidad de estudiantes con discapacidad que accede, permanece y egresa de las instituciones de educación superior es muy baja. Esto se debe a una serie de circunstancias íntimamente vinculadas entre sí –sólo escindible a los fines descriptivos- que comparten raíces históricas: por un lado, la historia moderna ha sido escenario de perspectivas centradas en la ‘rehabilitación’ y la ‘compensación de las deficiencias’, perspectivas identificadas con los modelos médicos y estadísticos que utilizan y naturalizan criterios de normalidad, atribuyendo la ‘falta’ a las características individuales de los sujetos sin interpelar a los contextos sociales en los que tienen lugar los acontecimientos; por otro lado –en línea con lo anterior- podemos hablar de la tradición normalizadora y homogeneizante que ha caracterizado al sistema educativo moderno desde sus inicios, a lo largo de sus primeros niveles (en particular, el primario) contribuyendo a la naturalización de fenómenos que se reiteran en el nivel de educación superior, tales como la falta de previsión de diseños edilicios universales, la falta de problematización respecto de la ausencia de intérpretes en lengua de señas, la carencia de material bibliográfico accesible para personas con discapacidad visual, la negativa, por parte de docentes, a evaluar a estudiantes con discapacidad de acuerdo a sus necesidades, entre otras tantas barreras (ver Katz y Danel, 2011; Molina Béjar, 2010), muchas de las cuales se refieren a aspectos culturales, ideológicos, actitudinales. Pero además, sabemos que, en los niveles primario y secundario, “…son escasas las informaciones sobre los índices de abandono o deserción escolar de niños, niñas y adolescentes con discapacidad, datos sobre éxito o fracaso escolar, movimientos institucionales de esta población, etcétera. La falta de información dificulta la definición y la retroalimentación de políticas, así como la estimación de los recursos necesarios para atender de forma integral las necesidades educativas de este colectivo.” (Ministerio de Educación Nacional, 2009:23). Si a esto le agregamos el hecho de que “el pasaje de una institución de educación secundaria a otra de nivel superior genera una suerte de ruptura epistemológica que condensa transformaciones a nivel de la subjetividad, (y que estas transformaciones) tienen que ver con cambios en las normas de convivencia con sus pares y desempeño como alumnos y con la incorporación de nuevas y específicas formas de relación con el conocimiento” (Badano, et al. 2012: 147) puede advertirse el carácter complejo, y generalmente obstaculizador, que adquieren los espacios universitarios para muchas personas.
En definitiva, al igual que lo ocurrido en otras latitudes, las Universidades Nacionales argentinas se consolidaron en la tradición liberal decimonónica en un rol social vinculado a la formación de ‘líderes’ que provenían de los sectores más acomodados socioeconómicamente, para luego –en un segundo momento que se abre con la irrupción del movimiento reformista en 1918- incluir a profesionales y técnicos de clases medias en tanto fueran quienes reprodujeran los modelos hegemónicos. De esta manera “se aseguraba la formación de dirigentes que eran requeridos por la economía, el Estado, los otros niveles del sistema educativo, entre otros. Esto permitió que, poco a poco, la universidad se fuera aislando en una “torre de marfil” (Coraggio, 2002)[1] en relación a la totalidad de la sociedad. Al mismo tiempo, esa situación la ubicó en una posición de rigidez y de indiferencia a todo cambio generado por problemáticas extrauniversitarias” (Pérez et. al, 2009:31).
Cabe hacer referencia, en este marco, a las singularidades que presentan las instituciones universitarias en general, considerando que “la materia prima con la que opera, esto es, el conocimiento (…) no resulta fácilmente encasillable en el contexto tradicional de las políticas públicas” (Chiroleu, 2012:18), como también el rasgo de ‘amplia autonomía’ que la ha caracterizado en la Argentina, especialmente durante los gobiernos democráticos (Ibíd.). Siguiendo a Clark, esta autora afirma que la universidad da cuenta de una particular articulación entre la complejidad que mantiene al interior de su propia organización, por un lado, y la interacción con el Estado y la sociedad en su conjunto, por el otro. En tal sentido, se trata de una institución que se caracteriza por: “su carácter especializado y por la permanente profundización de este rasgo a partir de su crecimiento continuo y exponencial en el último siglo; por la autonomía creciente y el continuo distanciamiento de las especialidades entre sí; por su carácter de actividad abierta que supone un reto permanente a lo desconocido o incierto y por su condición de portador de herencias profundas.” (Chiroleu, 2012:18-19). Huelga recordar el interesante desafío que asume aquí el fenómeno de la construcción social de la discapacidad, en articulación con distintas esferas de la sociedad.
Ejes:
En los estudios que tematizan la discapacidad se da cuenta de diferentes enfoques que se han tenido sobre ella a lo largo de la historia, enfoques que difieren entre sí tanto teórica e ideológicamente como en las prácticas sociales que legitiman. Más allá de la creciente valoración del modelo social en los marcos normativos creados recientemente, en distintos ámbitos de la vida social como el de la educación o el del trabajo se advierte la coexistencia y yuxtaposición de diferentes modelos de abordaje de la discapacidad. En otras palabras, más allá de los ‘avances’ en términos del discurso políticamente correcto, siguen vigentes normas y prácticas desvalorizantes y discriminatorias hacia las personas ‘con discapacidad’, quienes padecen injusticias cuya justificación se enraíza en las concepciones de prescindencia o de rehabilitación/compensación, más que en un abordaje atento a los contextos sociales e institucionales que discapacitan imponiendo barreras.
En este marco, los ejes que orientan la indagación son los siguientes:
Objetivos centrales:
En términos generales el proyecto se propone analizar las barreras sociales y culturales (actitudinales, edilicias, comunicacionales, legales, etc.) que dificultan el ingreso, permanencia y egreso de personas ‘con discapacidad’ en las instituciones universitarias latinoamericanas.
Intervención-Acción:
Incidencia en la política:
Se espera que el impacto se vea reflejado a través de:
[1] Citado en Pérez, et al. 2009.
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